Si sabes quién eres, sabes qué hacer
Autoconocimiento como brújula para actuar: una mirada feminista, narrativa y terapéutica
Soy muy de frasecitas. Quiero decir, toda escritora tiene sus pecados: Espido Freire abusa de los dos puntos (como yo), Virginia Woolf se pasa con la longitud de las frases (ejem), Marguerite Duras es conocida por su repetición obsesiva, Carmen Martín Gaite por su paréntesis infinito y a mí hay poco que me guste más que un eslogan.
«Si sabes quién eres, sabes qué hacer» fue un epígrafe de mi primerísimo primer libro publicado con editorial —Feminismo terapéutico— y desde entonces confieso haberla usado alguna vez. Pero no me culpes: es buena. La idea me llegó como una gran revelación y me sigue pareciendo imprescindible anclar el autoconocimiento justo aquí. De no hacerlo, corremos el riesgo de hablar por hablar, de perdernos en la idea de conocernos y mirar hacia adentro por el simple hecho de hacerlo, y justificar así la rumia y la inacción.
Lo que hacemos en Punto de Inflexión ha de estar necesariamente muy lejos de eso. Si vamos a adentrarnos en el pantano oscuro del autoconocimiento, que sea para algo. Por ejemplo, para tomar decisiones. Por ejemplo, para impulsar nuestra conducta. Por ejemplo, para traernos claridad. Por ejemplo, para mejorar la vida.
¿No va todo en el fondo de justo eso?
Bien, veamos.